lunes, 31 de diciembre de 2018

DOS AÑOS Y UN DÍA EN EL PALACIO DE VERANO


El día es espléndido. Luce el sol, que ya calienta a esta hora, y se respira cierto ambiente festivo en las calles, sobre todo cuando llegamos a las puertas del famoso Palacio de Verano de los emperadores, un enorme parque a más de quince km. del centro y del que cualquier guía hace comentarios elogiosos. Según parece, se  trata del parque imperial mejor conservado de todo el país y ocupa un espacio cercano a los tres centenares de hectáreas. No resulta extraño que “El Palacio de Verano era la residencia favorita de S.M.”, según Der Ling, traductora y primera camarera de la Emperatriz Viuda, Tzu Hsi, a partir de 1903.
Ya hay bastante gente haciendo cola para poder entrar por la puerta oeste que es la nuestra, pero el espacio parece tan enorme que podría engullir media ciudad de Beijing. Se trata, en su conjunto, de un bello exponente de la arquitectura china, en la que tienen cabida pabellones, templos, lagos, galerías cubiertas, torres y jardines. Pretende representar a la vez la grandeza de los jardines del norte y la fina elegancia de los del sur. Para nosotros resulta un lugar precioso para pasar el día relajadamente, tratando de escabullirnos del pegajoso calor. No resulta difícil pues el parque se organiza en torno a dos elementos principales: el Monte Wanshou y el Lago Kunming, es decir, entre agua abundante y abundante vegetación. Si uno se siente sofocado, enseguida encuentra amparo.