Como dice
Tomás Eloy Gonzalo, en un artículo publicado en El País, nada es tan difícil como abarcar un país con
palabras. Hay demasiadas cifras, demasiadas historias, demasiadas preguntas
condenadas a no tener respuesta. Estoy totalmente de acuerdo con él y más aún
después de visitar la Argentina dos veces con un intervalo de diez años entre una
y otra visita.
Y qué decir de Buenos Aires, una ciudad
interminable, más de diez millones de habitantes en el Gran Buenos
Aires, más de cien kilómetros entre los arrabales extremos del Tigre y de
Quilmes. Imposible plasmar mínimamente todo un universo en tan poco espacio.
Por eso ahora comienzo una serie de artículos en torno a esta urbe y sus
rincones, con la certeza de que son impresiones fugaces de una ciudad inasible.
Dicen que el
tango es la banda sonora de Buenos Aires...Las letras de sus canciones deberían
estar escritas por la prensa porque ni el lunfardo es capaz de expresar
los desgarros que sufrió este país y el
escaparate de su capital, “la Nueva
York frustrada de Roberto Arlt”, a decir de Olivier Rolin cuando habla de
Buenos Aires. No hay más que ver los rascacielos que se elevan hoy en Puerto
Madero, poco más que una cloaca que se ha ido convirtiendo en la city. Porque esta ciudad tiene alma
porteña y vocación parisina pero sus deseos se parecen más a los del amigo
norteamericano.