jueves, 10 de agosto de 2017

LOS GUERREROS DE XIAN

La actual gloria como centro turístico escribe Souso Mourelo “se enreda en raíces antiguas: en el año 246 a.C., un niño de trece años llamado Ying ascendió al trono de los Qin, que regían entonces uno de los dispersos estados. Con el tiempo se encargó de someter a los demás estados, eliminar a sus contrincantes, destruir la memoria de los derrotados, quemar miles de libros, levantar presas, trazar canales, construir parte de la Gan Muralla y unifica el sistema de medidas y la escritura. O sea, convertirse en el emperador de China.
Adoptó el nombre de Qin Shi Huangdi (210 a. C.), el primer emperador, y  fue el loco tirano que, en uno de sus delirios de grandeza o paranoia, mandó construir en barro un ejército de guerreros –y caballos, prostitutas y campesinos que lo sirvieran– para que le guardaran en la muerte. Nadie sabe si esos apuestos muñecos que luego se cubrieron con tierra velarían su verdadera tumba o solo pretendían despistar mientras su cuerpo descansaba en lugar secreto.”

A unos 30 km al este de Xian, se encuentran los famosos Guerreros de terracota: más de 8000 figuras de guerreros y caballos a tamaño real, enterradas junto con el autoproclamado primer emperador de China de la Dinastía Qin, Qin Shi Huang
La necrópolis o Mausoleo del Primer Emperador Qin fue descubierta en marzo de 1974 y desde el año 1987 es Patrimonio de la Humanidad. Se compone de una ciudadela interior y otra exterior, y, según la leyenda, si alguien perturba el descanso del emperador será objeto de enormes males. Cubre una extensión de 50 k .
El lugar se ha hecho tan famoso y son tantos los visitantes que recibe que es una máquina registradora, un grandísimo negocio. Se accede fácilmente, puesto que hay un número ingente de taquillas. Pero, supongo que para evitar miradas indiscretas, hasta llegar a la entrada de las naves que contienen el numeroso ejército de figuras de terracota, todavía es necesario recorrer un buen tramo que se hace en unos minibuses descubiertos que no paran de hacer el trayecto con el incesante número de visitantes que acuden al reclamo de la notoriedad del hallazgo. Y la verdad es que la visita merece la pena.
“Los guerreros resucitados con técnicas de restauración […] tienen el tamaño de los marines y sus rostros los diferencian hasta quienes dicen que todos los chinos son iguales. Vigilan cercados en un museo levantado con una luz local (es decir, poco iluminados), pero me imponen: los veo preparados para saltar en cualquier momento y dominar el mundo. O quizá solo me impresiona saber que la octava maravilla del mundo fue el insólito capricho de un niño, aunque ya no lo fuera, omnipotente.”

Hay varias naves que cubren las excavaciones donde se aglutinan la mayor parte de los restos hallados. La llamada Fosa I es la más espectacular, debido a que contiene una cantidad increíble de figuras de  guerreros en perfecta formación. Cada uno presenta rasgos diferenciados: bigotes, tocados, edades, rasgos de etnias diferentes. Las cabezas y las manos –como se puede observar en una zona en que se ha dejado tal cual la excavación– se moldeaban aparte y luego se añadían a los cuerpos. Los uniformes reflejan también los rangos así como las armas que portaban (arcos, lanzas, espadas, etc.). Las figuras estaban policromadas, pero este color se pierde apenas quedan expuestas al aire unas horas.
Muchas de las figuras se presentan en formación, como si fueran a recobrar vida para iniciar un ataque o el asedio a una fortaleza, aunque sus miradas resultan armoniosas y alejadas de la tensión o la ira. Otras –he ahí un detalle interesante de la muestra–, nos permiten  romper la intimidad que habían defendido durante cientos de años, puesto que la excavación está a la vista, con un caos de cuerpos mutilados que transmiten cierto grado de tristeza y reclaman nuestra compasión. Resulta conmovedor asistir al maltrato con que el tiempo ha devastado a este ejército de terracota. Uno llega a tener la sensación de que es un ejército fosilizado o del que al menos se le supone un alma. Algo de eso es tan cierto como su impresionante presencia.
Hay que ir en fila por una pasarela que recorre el perímetro donde se sitúan las figuras, pero la sensación que produce es inenarrable. ¿A quién se le ocurriría una obra de esta envergadura y, además, tuvo la osadía de llevarla a cabo? Al mismo emperador que se le atribuye el inicio de la construcción de la famosa muralla china, un inicio que superó los 5000 km. Todo colosal, incluso el número de trabajadores que faenaron en este Mausoleo, que debió sobrepasar los 700.000. ¡Increíble pero cierto! ¡Qué espectáculo! ¡Y sólo está desenterrado un 20%!

La segunda fosa abierta al público contiene 69 figuras y es conocida como “la fosa de los generales”. Se cree que representa al Estado Mayor del ejército. También son visibles las figuras de cuatro caballos. En el museo, además, hay expuestas cuadrigas de bronce y otros metales, también a tamaño natural. Una cosa de locos, pero una colosal locura con la que nos podemos deleitar.
“Hace 25 años un labriego que buscaba tierra cultivable clavó su azadón y encontró una cabeza de guerrero. Bendecido por el gobierno, abandonó los nabos y se convirtió él mismo en atracción turística con la venia de posar ante su descubrimiento [...] Un par de milenios antes otros trabajadores tuvieron menor fortuna: cuentan que Qin Shi hizo enterrar vivos a los artesanos que habían dado forma al barro.”
A la entrada del museo, sentado tras una mesa, se encuentra el teórico campesino que descubrió el yacimiento. Pero, lo que son las cosas, cobra por firmar autógrafos o salir en una foto. Deben ser los nuevos aires que corren por el comunismo chino.

Para relajarnos un poco y poder asimilar la grandiosidad de cuanto hemos visto, nos sentamos a tomar un té, siguiendo una especie de ceremonial tradicional, como casi todo lo que se hace en China. Es todo un ritual que sigue los siguientes pasos:
1.      Calentar el agua a la temperatura deseada (85-90ºC para la mayoría de oolongs, 100ºC para la mayoría de puerh) y mostrar las hojas secas a las personas para que aprecien visualmente la calidad del té.
2.      Colocar la tetera y los cuencos sobre la bandeja. Enjuagar la tetera y los cuencos con agua caliente por fuera y por dentro.
3.      Vaciar todo y llenar la tetera con el té deseado según las personas presentes.

4.      Lavar/despertar las hojas: Llenar la tetera con agua caliente, cerrar la tapa y verter agua caliente sobre la parte superior (esto ayuda a mantener la temperatura). Después de 5 a 15 segundos desechar la primera infusión ya que no es para beber sino para lavar las hojas y rehidratarlas (despertarlas).
5.      Primera infusión: Llenar la tetera con agua caliente de nuevo hasta el borde, colocar la tapa y verter nuevamente agua caliente en la parte superior para asegurarse que no queda aire dentro, para limpiarla y para mantenerla caliente. Dejar reposar el té entre 10 a 30 segundos dependiendo de la variedad de té. Después verter la infusión en cada uno de los cuencos, sin llenarlos del todo, varias veces hasta que estén llenos. Esto se hace para asegurar que todos los cuencos contienen el té de la misma intensidad.
En fin, como se ve, la ceremonia termina por relajarte aunque no tomes te. Y de eso se trata. Además, hay tal variedad de tés que daría para escribir varios libros sobre el tema. En cualquier caso, se trata de una bebida medicinal que ha pasado a formar parte del protocolo de las buenas costumbres en la sociedad china desde tiempos inmemoriales. Si te gusta el té, todavía mejor.


Regresamos a la ciudad de Xian, pues esta noche tomamos un tren para desplazarnos hasta Beijing. Hace calor y estamos algo cansados, pero la promesa del descanso nos anima.
La estación de trenes central de Xi’an  es en realidad una de las terminales del sistema ferroviario doméstico más importantes de China. La plaza de la estación es un maremágnum de transeúntes, entrando, saliendo y esperando, ocupando el suelo como en un campamento improvisado. ¡Qué cantidad de gente!
Las taquillas suelen estar atiborradas de gente y hay muy poco personal. Menos mal que tenemos resuelto el tema de los billetes. Incluso con ellos y teniendo en cuenta que aquí la gente no está acostumbrada a respetar las filas, entrar con el equipaje es una tarea que debería estar contemplada como deporte olímpico. Desde luego se pierde peso en el intento. Pero lo hemos logrado, ya estamos dentro, tras pasar el control-escáner de maletas. Después, resulta que los compartimentos-cama son modernos y cómodos, y hasta funciona razonablemente el servicio de bebidas y aperitivos que recorre el tren, antes de que salga.

Pronto estaremos viajando mientras nuestros maltrechos huesos se reponen de las palizas de los últimos días. Un placer que se agradece de manera notable. Quizás este sea el momento  más indicado para tomar un té y abandonarse.

XIAN, EL INICIO DE LA RUTA DE LA SEDA

Xi`an es una populosa ciudad que cuenta, si se contabilizan la conurbación de sus alrededores, con más de ocho millones de habitantes. Han proliferado nuevos barrios de altos bloques de viviendas y el grado de contaminación ha aumentado de forma algo alarmante. Entre esta y la neblina, no es extraño que muchos transeúntes han optado por utilizar mascarilla. La circulación rodada es, sobre todo, en el interior de la zona amurallada, un verdadero problema. Si venimos aquí es, lógicamente, con la intención de visitar la Tumba del Primer Emperador y sus famosos guerreros de terracota. Pero, para nuestra sorpresa, el lugar esconde alguna que otra curiosidad muy agradable.
Xian –como entiende Souso Mourelo–  es un lugar hermoso. Al contrario que otras ciudades que perdieron sus murallas por el tiempo o porque los gobernantes mandaran derribarlas (como sucedió en Pekín), la antigua Chang An aún se refugia en ellas. Xian es hermosa, pero tan volcada en los servicios que su oficio de anfitriona encierra mucho de artificio y le roba espontaneidad. Vagabundeo alrededor de la muralla, en un cinturón ajardinado de paso en cuyos árboles los viejos cuelgan jaulas con largas pértigas. Se quedan horas allí, en estos oasis de verde.”
Nos  vamos a dar un buen paseo por la muralla medieval de la ciudad vieja. Aunque para ello tengamos que soportar los indecentes grados de contaminación que se mastican en el aire.
Pese a que algunos tramos han sido restaurados, es una muralla defensiva medieval de enorme interés. Se construyó en la época Ming (siglo XIV) y tiene un perímetro de 14 km. Mide unos 12  metros de altura y tiene una anchura de 15-18 metros por la base y 12-14 por la parte superior. Se puede pasear por toda ella, aunque algunas de las torres  y centros de guarnición para los soldados que puntualmente la marcan, estén buena parte del año cerrados. Pasear sobre ella es tener una vista envidiable sobre el interior de la ciudad vieja, pero también sobre cómo se mueve la gente cotidianamente. Porque, incluso, hay gente que la recorre en bicicleta.
 Toda la muralla se encuentra rodeada por un parque –antiguamente el foso–. Lo que aumenta si cabe su atractivo. El atardecer, a pesar de la contaminación reinante y la pertinaz neblina, es bello entre los farolillos rojos que pespuntean todo el recorrido, entre las aves que en bandadas rompen las nubes y algunos vecinos que aprovechan los atardeceres para hacer taichí en las azoteas de las viviendas. La calma es la tónica dominante en este lugar y  a esta hora mientras un sol huidizo trata de escapar.

Pero el interior de la zona amurallada, lejos de constituir una ciudad-museo, está llena de vitalidad. La gente se mueve y hace vida. A veces, incluso resulta un poco agobiante, puesto que expresa un ritmo de gran ciudad cosmopolita que hasta ahora no habíamos tenido la oportunidad de sentir. Pasemos las amplias calles hasta el centro neurálgico, poblado de comercios, zonas de ocio y enormes restaurantes. Todo está repleto de gente, pero esto es China. Así que no nos amedrentamos y buscamos un restaurante que nos han recomendado, donde cenamos muy bien. La curiosidad del lugar es que constantemente están pasando carritos de “entremeses” chinos, pequeñas piezas constituidas por masitas de harina de arroz y rellenas de distintos productos que se sirven tras haber sido fritas o cocidas al vapor, y acompañadas de distintas salsas. Uno va pidiendo aquellas que más le llamen la atención. Pero da igual, todas son exquisitas. 
Xian se ha convertido en la nueva capital de la ruta de los mercaderes que ofrecen jade sospechoso y relojes con el rostro de Mao. Todas la rutas chinas empiezan, pasan o acaban aquí. Los turistas tienen sus reliquias y los locales un multicentro con  marcas occidentales. Y en una inmensa plaza presidida por ambos símbolos se citan los jóvenes. Se saludan a gritos entre pitidos. “
Aquí y ahora, la ciudad parece cobrar una nueva vida en cuanto el sol desaparece del cielo y con él la certeza de que la contaminación, si uno sobrevive algún tiempo, es demasiado alta. En este centro vital que es la plaza de la Torre de la Campana –uno de los monumentos importantes de la ciudad–, una zona ajardinada es el espacio adecuado para que se vuelen cometas. Lo original del asunto es que como esta actividad se inicia cuando anochece, las cometas van dotadas de luces de colores, lo que resulta bastante vistoso para la mirada de vecinos y visitantes.

Como recoge Souso “Xian fue capital de China, de forma intermitente, durante más de un milenio y alcanzó su mayor prosperidad durante la dinastía Tang. Por entonces se la consideraba la más grande ciudad del mundo y la de mayor tráfico comercial. Aquí se iniciaba la Ruta de la Seda y aquí llegaron misioneros, herejes, comerciantes, buscavidas de los cuatro puntos cardinales. Venían atraídos por la fama de su gran industria en donde se hacen telas en gran cantidad de seda, oro y hermosísimos cueros y los útiles que necesitan los ejércitos. Ese fue el lugar de riquezas que encontró Marco Polo.” Y su  plaza principal, el punto del que partimos para  dirigirnos al mercadillo del barrio musulmán, pues parecer constituir una visita imprescindible.
En torno a la Gran Mezquita, cerca de la Torre del Tambor, se extiende por numerosas calles este zoco, mezcla de mercado árabe y de comercio chino, pues mayoritariamente está integrado por la etnia hui, quienes profesan la religión musulmana como consecuencia de la llegada de árabes desde el siglo VII. Dicen que este era el punto final de la famosa ruta de la seda. En resumen, que el comercio floreció y con él, la llegada masiva de musulmanes, especialmente durante la época Yuan (siglos XIII-XIV); de ahí que Xian llegara a tener hasta catorce mezquitas antes de la Revolución Cultural. El resultado es que hay más de treinta mil musulmanes en esta ciudad y que buena parte de ellos se dedican al comercio.


Así, pues, en el mercadillo se puede encontrar un poco de todo, aunque lo más atractivo resulte ver cómo se asimilan dos culturas tan extrañas entre sí. Los olores de los puestos de comida recuerdan más a Marruecos que a Lijiang, por poner un ejemplo claro. Además, resulta curioso ver a chinos de luenga barba con chilaba y gorro de oración, y a las mujeres con su cabello oculto tras el pañuelo. En cualquier caso, se vende de todo en un ambiente bullicioso más propio de la mañana que de las horas finales del día. Pero siempre terminas llevándote alguna fruslería, aunque sólo sea por recordar a la vuelta,  que llegaste hasta aquí como demuestra la pulsera que te juraron es igual a una de las que Marco Polo conservó a su regreso tras su gran aventura por la Ruta de la Seda. Ahora una densa capa de neblina y/o contaminación envuelve la ciudad como si una verdadera tela de seda tamizara los colores y las formas, y los envolviera para ocultárselos al fantasma del emperador que no la reconoce, no comprende los cambios que ha experimentado. Pero Xian vuelve a ser importante y vuelve a ser un punto destacado en los mapas. Todo por el loco sueño de perdurar en el tiempo.