La
actual gloria como centro turístico escribe Souso Mourelo “se enreda en raíces
antiguas: en el año 246 a.C., un niño de trece años llamado Ying ascendió al
trono de los Qin, que regían entonces uno de los dispersos estados. Con el
tiempo se encargó de someter a los demás estados, eliminar a sus contrincantes,
destruir la memoria de los derrotados, quemar miles de libros, levantar presas,
trazar canales, construir parte de la Gan Muralla y unifica el sistema de
medidas y la escritura. O sea, convertirse en el emperador de China.
Adoptó
el nombre de Qin Shi Huangdi (210 a. C.), el primer emperador, y fue el loco tirano que, en uno de sus
delirios de grandeza o paranoia, mandó construir en barro un ejército de
guerreros –y caballos, prostitutas y campesinos que lo sirvieran– para que le
guardaran en la muerte. Nadie sabe si esos apuestos muñecos que luego se cubrieron
con tierra velarían su verdadera tumba o solo pretendían despistar mientras su
cuerpo descansaba en lugar secreto.”
A unos 30 km al este de Xian, se encuentran los famosos Guerreros de terracota: más de 8000 figuras de guerreros y
caballos a tamaño real,
enterradas junto con el autoproclamado primer emperador de China de la Dinastía Qin, Qin Shi Huang
La necrópolis o Mausoleo del Primer Emperador Qin fue descubierta en
marzo de 1974 y desde el año 1987 es Patrimonio de la Humanidad. Se compone de una ciudadela interior y otra
exterior, y, según la leyenda, si alguien perturba el descanso del emperador
será objeto de enormes males. Cubre una extensión de 50 k
.
El lugar se ha hecho tan famoso y son
tantos los visitantes que recibe que es una máquina registradora, un grandísimo
negocio. Se accede fácilmente, puesto que hay un número ingente de taquillas.
Pero, supongo que para evitar miradas indiscretas, hasta llegar a la entrada de
las naves que contienen el numeroso ejército de figuras de terracota, todavía
es necesario recorrer un buen tramo que se hace en unos minibuses descubiertos
que no paran de hacer el trayecto con el incesante número de visitantes que
acuden al reclamo de la notoriedad del hallazgo. Y la verdad es que la visita
merece la pena.
“Los
guerreros resucitados con técnicas de restauración […] tienen el tamaño de los marines y sus rostros los diferencian
hasta quienes dicen que todos los chinos son iguales. Vigilan cercados en un
museo levantado con una luz local (es decir, poco iluminados), pero me imponen:
los veo preparados para saltar en cualquier momento y dominar el mundo. O quizá
solo me impresiona saber que la octava maravilla del mundo fue el insólito
capricho de un niño, aunque ya no lo fuera, omnipotente.”
Hay varias naves que cubren las
excavaciones donde se aglutinan la mayor parte de los restos hallados. La
llamada Fosa I es la más espectacular, debido a que contiene una cantidad
increíble de figuras de guerreros en
perfecta formación. Cada uno presenta rasgos diferenciados: bigotes, tocados,
edades, rasgos de etnias diferentes. Las cabezas y las manos –como se puede
observar en una zona en que se ha dejado tal cual la excavación– se moldeaban
aparte y luego se añadían a los cuerpos. Los uniformes reflejan también los
rangos así como las armas que portaban (arcos, lanzas, espadas, etc.). Las
figuras estaban policromadas, pero este color se pierde apenas quedan expuestas
al aire unas horas.
Muchas de las figuras se presentan en formación, como si fueran a
recobrar vida para iniciar un ataque o el asedio a una fortaleza, aunque sus
miradas resultan armoniosas y alejadas de la tensión o la ira. Otras –he ahí un
detalle interesante de la muestra–, nos permiten romper la intimidad que habían defendido
durante cientos de años, puesto que la excavación está a la vista, con un caos
de cuerpos mutilados que transmiten cierto grado de tristeza y reclaman nuestra
compasión. Resulta conmovedor asistir al maltrato con que el tiempo ha
devastado a este ejército de terracota. Uno llega a tener la sensación de que
es un ejército fosilizado o del que al menos se le supone un alma. Algo de eso
es tan cierto como su impresionante presencia.
Hay que ir en fila por una pasarela que recorre el perímetro donde se
sitúan las figuras, pero la sensación que produce es inenarrable. ¿A quién se
le ocurriría una obra de esta envergadura y, además, tuvo la osadía de llevarla
a cabo? Al mismo emperador que se le atribuye el inicio de la construcción de
la famosa muralla china, un inicio que superó los 5000 km. Todo colosal,
incluso el número de trabajadores que faenaron en este Mausoleo, que debió
sobrepasar los 700.000. ¡Increíble pero cierto! ¡Qué espectáculo! ¡Y sólo está
desenterrado un 20%!
La segunda fosa abierta al público contiene 69 figuras y es conocida
como “la fosa de los generales”. Se cree que representa al Estado Mayor del
ejército. También son visibles las figuras de cuatro caballos. En el museo,
además, hay expuestas cuadrigas de bronce y otros metales, también a tamaño
natural. Una cosa de locos, pero una colosal locura con la que nos podemos
deleitar.
“Hace
25 años un labriego que buscaba tierra cultivable clavó su azadón y encontró
una cabeza de guerrero. Bendecido por el gobierno, abandonó los nabos y se
convirtió él mismo en atracción turística con la venia de posar ante su
descubrimiento [...] Un par de milenios antes otros trabajadores tuvieron menor
fortuna: cuentan que Qin Shi hizo enterrar vivos a los artesanos que habían
dado forma al barro.”
A
la entrada del museo, sentado tras una mesa, se encuentra el teórico campesino
que descubrió el yacimiento. Pero, lo que son las cosas, cobra por firmar
autógrafos o salir en una foto. Deben ser los nuevos aires que corren por el
comunismo chino.
Para relajarnos un poco y poder asimilar la grandiosidad de cuanto hemos
visto, nos sentamos a tomar un té, siguiendo una especie de ceremonial
tradicional, como casi todo lo que se hace en China. Es todo un ritual que
sigue los siguientes pasos:
1.
Calentar el agua a la temperatura deseada (85-90ºC para
la mayoría de oolongs, 100ºC para la
mayoría de puerh) y mostrar las hojas
secas a las personas para que aprecien visualmente la calidad del té.
2.
Colocar la tetera y los cuencos sobre la bandeja.
Enjuagar la tetera y los cuencos con agua caliente por fuera y por dentro.
3.
Vaciar todo y llenar la tetera con el té deseado según
las personas presentes.
4.
Lavar/despertar las hojas: Llenar la tetera con agua
caliente, cerrar la tapa y verter agua caliente sobre la parte superior (esto
ayuda a mantener la temperatura). Después de 5 a 15 segundos desechar la
primera infusión ya que no es para beber sino para lavar las hojas y rehidratarlas
(despertarlas).
5.
Primera infusión: Llenar la tetera con agua caliente de
nuevo hasta el borde, colocar la tapa y verter nuevamente agua caliente en la
parte superior para asegurarse que no queda aire dentro, para limpiarla y para
mantenerla caliente. Dejar reposar el té entre 10 a 30 segundos dependiendo de
la variedad de té. Después verter la infusión en cada uno de los cuencos, sin
llenarlos del todo, varias veces hasta que estén llenos. Esto se hace para
asegurar que todos los cuencos contienen el té de la misma intensidad.
En fin, como se ve, la ceremonia termina por relajarte aunque no tomes
te. Y de eso se trata. Además, hay tal variedad de tés que daría para escribir
varios libros sobre el tema. En cualquier caso, se trata de una bebida
medicinal que ha pasado a formar parte del protocolo de las buenas costumbres
en la sociedad china desde tiempos inmemoriales. Si te gusta el té, todavía
mejor.
Regresamos a la ciudad de Xian, pues esta noche tomamos un tren para
desplazarnos hasta Beijing. Hace calor y estamos algo cansados, pero la promesa
del descanso nos anima.
La estación de trenes
central de Xi’an es en realidad una de las terminales del sistema
ferroviario doméstico más importantes
de China. La plaza de la estación es un maremágnum de transeúntes,
entrando, saliendo y esperando, ocupando el suelo como en un campamento
improvisado. ¡Qué cantidad de gente!
Las taquillas suelen estar atiborradas de gente y hay muy poco
personal. Menos mal que tenemos resuelto el tema de los billetes. Incluso con
ellos y teniendo en cuenta que aquí la gente no está acostumbrada a respetar
las filas, entrar con el equipaje es una tarea que debería estar contemplada
como deporte olímpico. Desde luego se pierde peso en el intento. Pero lo hemos
logrado, ya estamos dentro, tras pasar el control-escáner de maletas. Después,
resulta que los compartimentos-cama son modernos y cómodos, y hasta funciona
razonablemente el servicio de bebidas y aperitivos que recorre el tren, antes
de que salga.
Pronto estaremos viajando mientras nuestros maltrechos huesos se
reponen de las palizas de los últimos días. Un placer que se agradece de manera
notable. Quizás este sea el momento más
indicado para tomar un té y abandonarse.
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