jueves, 10 de agosto de 2017

XIAN, EL INICIO DE LA RUTA DE LA SEDA

Xi`an es una populosa ciudad que cuenta, si se contabilizan la conurbación de sus alrededores, con más de ocho millones de habitantes. Han proliferado nuevos barrios de altos bloques de viviendas y el grado de contaminación ha aumentado de forma algo alarmante. Entre esta y la neblina, no es extraño que muchos transeúntes han optado por utilizar mascarilla. La circulación rodada es, sobre todo, en el interior de la zona amurallada, un verdadero problema. Si venimos aquí es, lógicamente, con la intención de visitar la Tumba del Primer Emperador y sus famosos guerreros de terracota. Pero, para nuestra sorpresa, el lugar esconde alguna que otra curiosidad muy agradable.
Xian –como entiende Souso Mourelo–  es un lugar hermoso. Al contrario que otras ciudades que perdieron sus murallas por el tiempo o porque los gobernantes mandaran derribarlas (como sucedió en Pekín), la antigua Chang An aún se refugia en ellas. Xian es hermosa, pero tan volcada en los servicios que su oficio de anfitriona encierra mucho de artificio y le roba espontaneidad. Vagabundeo alrededor de la muralla, en un cinturón ajardinado de paso en cuyos árboles los viejos cuelgan jaulas con largas pértigas. Se quedan horas allí, en estos oasis de verde.”
Nos  vamos a dar un buen paseo por la muralla medieval de la ciudad vieja. Aunque para ello tengamos que soportar los indecentes grados de contaminación que se mastican en el aire.
Pese a que algunos tramos han sido restaurados, es una muralla defensiva medieval de enorme interés. Se construyó en la época Ming (siglo XIV) y tiene un perímetro de 14 km. Mide unos 12  metros de altura y tiene una anchura de 15-18 metros por la base y 12-14 por la parte superior. Se puede pasear por toda ella, aunque algunas de las torres  y centros de guarnición para los soldados que puntualmente la marcan, estén buena parte del año cerrados. Pasear sobre ella es tener una vista envidiable sobre el interior de la ciudad vieja, pero también sobre cómo se mueve la gente cotidianamente. Porque, incluso, hay gente que la recorre en bicicleta.
 Toda la muralla se encuentra rodeada por un parque –antiguamente el foso–. Lo que aumenta si cabe su atractivo. El atardecer, a pesar de la contaminación reinante y la pertinaz neblina, es bello entre los farolillos rojos que pespuntean todo el recorrido, entre las aves que en bandadas rompen las nubes y algunos vecinos que aprovechan los atardeceres para hacer taichí en las azoteas de las viviendas. La calma es la tónica dominante en este lugar y  a esta hora mientras un sol huidizo trata de escapar.

Pero el interior de la zona amurallada, lejos de constituir una ciudad-museo, está llena de vitalidad. La gente se mueve y hace vida. A veces, incluso resulta un poco agobiante, puesto que expresa un ritmo de gran ciudad cosmopolita que hasta ahora no habíamos tenido la oportunidad de sentir. Pasemos las amplias calles hasta el centro neurálgico, poblado de comercios, zonas de ocio y enormes restaurantes. Todo está repleto de gente, pero esto es China. Así que no nos amedrentamos y buscamos un restaurante que nos han recomendado, donde cenamos muy bien. La curiosidad del lugar es que constantemente están pasando carritos de “entremeses” chinos, pequeñas piezas constituidas por masitas de harina de arroz y rellenas de distintos productos que se sirven tras haber sido fritas o cocidas al vapor, y acompañadas de distintas salsas. Uno va pidiendo aquellas que más le llamen la atención. Pero da igual, todas son exquisitas. 
Xian se ha convertido en la nueva capital de la ruta de los mercaderes que ofrecen jade sospechoso y relojes con el rostro de Mao. Todas la rutas chinas empiezan, pasan o acaban aquí. Los turistas tienen sus reliquias y los locales un multicentro con  marcas occidentales. Y en una inmensa plaza presidida por ambos símbolos se citan los jóvenes. Se saludan a gritos entre pitidos. “
Aquí y ahora, la ciudad parece cobrar una nueva vida en cuanto el sol desaparece del cielo y con él la certeza de que la contaminación, si uno sobrevive algún tiempo, es demasiado alta. En este centro vital que es la plaza de la Torre de la Campana –uno de los monumentos importantes de la ciudad–, una zona ajardinada es el espacio adecuado para que se vuelen cometas. Lo original del asunto es que como esta actividad se inicia cuando anochece, las cometas van dotadas de luces de colores, lo que resulta bastante vistoso para la mirada de vecinos y visitantes.

Como recoge Souso “Xian fue capital de China, de forma intermitente, durante más de un milenio y alcanzó su mayor prosperidad durante la dinastía Tang. Por entonces se la consideraba la más grande ciudad del mundo y la de mayor tráfico comercial. Aquí se iniciaba la Ruta de la Seda y aquí llegaron misioneros, herejes, comerciantes, buscavidas de los cuatro puntos cardinales. Venían atraídos por la fama de su gran industria en donde se hacen telas en gran cantidad de seda, oro y hermosísimos cueros y los útiles que necesitan los ejércitos. Ese fue el lugar de riquezas que encontró Marco Polo.” Y su  plaza principal, el punto del que partimos para  dirigirnos al mercadillo del barrio musulmán, pues parecer constituir una visita imprescindible.
En torno a la Gran Mezquita, cerca de la Torre del Tambor, se extiende por numerosas calles este zoco, mezcla de mercado árabe y de comercio chino, pues mayoritariamente está integrado por la etnia hui, quienes profesan la religión musulmana como consecuencia de la llegada de árabes desde el siglo VII. Dicen que este era el punto final de la famosa ruta de la seda. En resumen, que el comercio floreció y con él, la llegada masiva de musulmanes, especialmente durante la época Yuan (siglos XIII-XIV); de ahí que Xian llegara a tener hasta catorce mezquitas antes de la Revolución Cultural. El resultado es que hay más de treinta mil musulmanes en esta ciudad y que buena parte de ellos se dedican al comercio.


Así, pues, en el mercadillo se puede encontrar un poco de todo, aunque lo más atractivo resulte ver cómo se asimilan dos culturas tan extrañas entre sí. Los olores de los puestos de comida recuerdan más a Marruecos que a Lijiang, por poner un ejemplo claro. Además, resulta curioso ver a chinos de luenga barba con chilaba y gorro de oración, y a las mujeres con su cabello oculto tras el pañuelo. En cualquier caso, se vende de todo en un ambiente bullicioso más propio de la mañana que de las horas finales del día. Pero siempre terminas llevándote alguna fruslería, aunque sólo sea por recordar a la vuelta,  que llegaste hasta aquí como demuestra la pulsera que te juraron es igual a una de las que Marco Polo conservó a su regreso tras su gran aventura por la Ruta de la Seda. Ahora una densa capa de neblina y/o contaminación envuelve la ciudad como si una verdadera tela de seda tamizara los colores y las formas, y los envolviera para ocultárselos al fantasma del emperador que no la reconoce, no comprende los cambios que ha experimentado. Pero Xian vuelve a ser importante y vuelve a ser un punto destacado en los mapas. Todo por el loco sueño de perdurar en el tiempo.

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