Xi`an
es una populosa ciudad que cuenta, si se contabilizan la conurbación de sus
alrededores, con más de ocho millones de habitantes. Han proliferado nuevos
barrios de altos bloques de viviendas y el grado de contaminación ha aumentado
de forma algo alarmante. Entre esta y la neblina, no es extraño que muchos
transeúntes han optado por utilizar mascarilla. La circulación rodada es, sobre
todo, en el interior de la zona amurallada, un verdadero problema. Si venimos
aquí es, lógicamente, con la intención de visitar la Tumba del Primer Emperador
y sus famosos guerreros de terracota. Pero, para nuestra sorpresa, el lugar
esconde alguna que otra curiosidad muy agradable.
“Xian
–como entiende Souso Mourelo– es un
lugar hermoso. Al contrario que otras ciudades que perdieron sus murallas por
el tiempo o porque los gobernantes mandaran derribarlas (como sucedió en
Pekín), la antigua Chang An aún se refugia en ellas. Xian es hermosa, pero tan
volcada en los servicios que su oficio de anfitriona encierra mucho de artificio
y le roba espontaneidad. Vagabundeo alrededor de la muralla, en un cinturón
ajardinado de paso en cuyos árboles los viejos cuelgan jaulas con largas
pértigas. Se quedan horas allí, en estos oasis de verde.”
Nos vamos a dar un buen paseo por la muralla
medieval de la ciudad vieja. Aunque para ello tengamos que soportar los
indecentes grados de contaminación que se mastican en el aire.
Pese a que algunos
tramos han sido restaurados, es una muralla defensiva medieval de enorme
interés. Se construyó en la época Ming (siglo XIV) y tiene un perímetro de 14
km. Mide unos 12 metros de altura y
tiene una anchura de 15-18 metros por la base y 12-14 por la parte superior. Se
puede pasear por toda ella, aunque algunas de las torres y centros de guarnición para los soldados que
puntualmente la marcan, estén buena parte del año cerrados. Pasear sobre ella
es tener una vista envidiable sobre el interior de la ciudad vieja, pero
también sobre cómo se mueve la gente cotidianamente. Porque, incluso, hay gente
que la recorre en bicicleta.
Toda la muralla se encuentra rodeada por un
parque –antiguamente el foso–. Lo que aumenta si cabe su atractivo. El
atardecer, a pesar de la contaminación reinante y la pertinaz neblina, es bello
entre los farolillos rojos que pespuntean todo el recorrido, entre las aves que
en bandadas rompen las nubes y algunos vecinos que aprovechan los atardeceres
para hacer taichí en las azoteas de las viviendas. La calma es la tónica
dominante en este lugar y a esta hora
mientras un sol huidizo trata de escapar.
Pero el
interior de la zona amurallada, lejos de constituir una ciudad-museo, está
llena de vitalidad. La gente se mueve y hace vida. A veces, incluso resulta un
poco agobiante, puesto que expresa un ritmo de gran ciudad cosmopolita que
hasta ahora no habíamos tenido la oportunidad de sentir. Pasemos las amplias
calles hasta el centro neurálgico, poblado de comercios, zonas de ocio y
enormes restaurantes. Todo está repleto de gente, pero esto es China. Así que
no nos amedrentamos y buscamos un restaurante que nos han recomendado, donde
cenamos muy bien. La curiosidad del lugar es que constantemente están pasando
carritos de “entremeses” chinos, pequeñas piezas constituidas por masitas de
harina de arroz y rellenas de distintos productos que se sirven tras haber sido
fritas o cocidas al vapor, y acompañadas de distintas salsas. Uno va pidiendo
aquellas que más le llamen la atención. Pero da igual, todas son
exquisitas.
“Xian
se ha convertido en la nueva capital de la ruta de los mercaderes que ofrecen
jade sospechoso y relojes con el rostro de Mao. Todas la rutas chinas empiezan,
pasan o acaban aquí. Los turistas tienen sus reliquias y los locales un
multicentro con marcas occidentales. Y
en una inmensa plaza presidida por ambos símbolos se citan los jóvenes. Se
saludan a gritos entre pitidos. “
Aquí y
ahora, la ciudad parece cobrar una nueva vida en cuanto el sol desaparece del
cielo y con él la certeza de que la contaminación, si uno sobrevive algún
tiempo, es demasiado alta. En este centro vital que es la plaza de la Torre de
la Campana –uno de los monumentos importantes de la ciudad–, una zona
ajardinada es el espacio adecuado para que se vuelen cometas. Lo original del
asunto es que como esta actividad se inicia cuando anochece, las cometas van
dotadas de luces de colores, lo que resulta bastante vistoso para la mirada de
vecinos y visitantes.
Como recoge Souso “Xian
fue capital de China, de forma intermitente, durante más de un milenio y
alcanzó su mayor prosperidad durante la dinastía Tang. Por entonces se la
consideraba la más grande ciudad del mundo y la de mayor tráfico comercial.
Aquí se iniciaba la Ruta de la Seda y aquí llegaron misioneros, herejes,
comerciantes, buscavidas de los cuatro puntos cardinales. Venían atraídos por
la fama de su gran industria en donde se hacen telas en gran cantidad de seda,
oro y hermosísimos cueros y los útiles que necesitan los ejércitos. Ese fue el
lugar de riquezas que encontró Marco Polo.” Y su
plaza principal, el punto del que
partimos para dirigirnos al mercadillo
del barrio musulmán, pues parecer constituir una visita imprescindible.
En
torno a la Gran Mezquita, cerca de la Torre del Tambor, se extiende por
numerosas calles este zoco, mezcla de mercado árabe y de comercio chino, pues
mayoritariamente está integrado por la etnia hui, quienes profesan la religión musulmana como consecuencia de la
llegada de árabes desde el siglo VII. Dicen que este era el punto final de la
famosa ruta de la seda. En resumen,
que el comercio floreció y con él, la llegada masiva de musulmanes,
especialmente durante la época Yuan (siglos XIII-XIV); de ahí que Xian llegara
a tener hasta catorce mezquitas antes de la Revolución Cultural. El resultado
es que hay más de treinta mil musulmanes en esta ciudad y que buena parte de
ellos se dedican al comercio.
Así,
pues, en el mercadillo se puede encontrar un poco de todo, aunque lo más
atractivo resulte ver cómo se asimilan dos culturas tan extrañas entre sí. Los
olores de los puestos de comida recuerdan más a Marruecos que a Lijiang, por
poner un ejemplo claro. Además, resulta curioso ver a chinos de luenga barba
con chilaba y gorro de oración, y a las mujeres con su cabello oculto tras el
pañuelo. En cualquier caso, se vende de todo en un ambiente bullicioso más propio
de la mañana que de las horas finales del día. Pero siempre terminas llevándote
alguna fruslería, aunque sólo sea por recordar a la vuelta, que llegaste hasta aquí como demuestra la
pulsera que te juraron es igual a una de las que Marco Polo conservó a su
regreso tras su gran aventura por la Ruta de la Seda. Ahora una densa capa de
neblina y/o contaminación envuelve la ciudad como si una verdadera tela de seda
tamizara los colores y las formas, y los envolviera para ocultárselos al
fantasma del emperador que no la reconoce, no comprende los cambios que ha
experimentado. Pero Xian vuelve a ser importante y vuelve a ser un punto
destacado en los mapas. Todo por el loco sueño de perdurar en el tiempo.
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