domingo, 28 de diciembre de 2014

INICIO DE SUEÑO EN TANZANIA

Todo comenzó como una especie de reto tras la lectura del libro de Javier Reverte, El sueño de África, y ante la tesitura de si tres amigos –desde ahora Bagamoyo, Imba y Rafiki–  seríamos capaces de emprender un viaje de este tipo, un poco a nuestro aire, sin que surgieran problemas entre nosotros. Así llegamos a julio de 2002 y, desde Nairobi, hasta Tanzania, donde transcurre nuestra aventura.
Estamos en Arusha, adonde hemos llegado por carretera desde la capital de Kenia. El paso fronterizo daría para una nueva narración, pero no es este el momento. “Arusha –escribe Javier Reverte– es un pueblo alargado con centro formado por una geometría de calles trazadas a cordel. Es una ciudad de paso, la capital de los safaris del norte de Tanzania”.

domingo, 24 de agosto de 2014

MACHU PICCHU, EL SITIO DONDE SE AMARRA EL SOL

Me detuve en el Perú y subí hasta las ruinas de Machu Picchu. Ascendimos a caballo. Por entonces no había carretera. Desde lo alto vi las antiguas construcciones de piedra rodeadas por las altísimas cumbres de los Andes verdes. Desde la ciudadela carcomida y roída por el paso de los siglos se despeñaban torrentes. Masas de neblina blanca se levantaban desde el río Wilcamayo. Me sentí infinitamente pequeño en el centro de aquel ombligo de piedra; ombligo de un mundo deshabitado, orgulloso y eminente, al que de algún modo yo pertenecía. Sentí que mis propias manos habían trabajado allí en alguna etapa lejana, cavando surcos, alisando peñascos. […]
Allí nació mi poema Alturas de Macchu Picchu.” (Pablo Neruda, Confieso que he vivido)

SUBE a nacer conmigo, hermano.
Dame la mano desde la profunda 
zona de tu dolor diseminado. 
No volverás del fondo de las rocas. 
No volverás del tiempo subterráneo. 
No volverá tu voz endurecida. 
No volverán tus ojos taladrados. 
Mírame desde el fondo de la tierra, 
labrador, tejedor, pastor callado:
domador de guanacos tutelares:
albañil del andamio desafiado:
aguador de las lágrimas andinas:
joyero de los dedos machacados:
agricultor temblando en la semilla:
alfarero en tu greda derramado:
traed a la copa de esta nueva vida 
vuestros viejos dolores enterrados. 
             (Pablo Neruda, Alturas de Macchu Picchu –fragmento–)

Nosotros vamos a visitar Machu Picchu (desde ahora MP) más de sesenta años después que el poeta chileno quedara impresionado. Las cosas han cambiado y, desgraciadamente, no es posible ascender a caballo. Es más, anuncian que se restringen las visitas diarias para evitar el deterioro del lugar. Más aún si se tiene en cuenta que, al parecer, durante el rodaje de un vídeo clip de la cantante Gloria Estefan, algún daño se  ha causado a parte de las ruinas. Éstas, que tan celosamente han sido protegidas por  la naturaleza, ahora corren peligro. Quién se lo iba a decir a Hiram Bingham, el descubridor oficial, teniendo en cuenta lo que le costó hallar este santuario universal. Por no hablar de  Melchor Arteaga, el arrendatario que lo acompañó hasta el enclave donde dos familias de campesinos, los Recharte y los Álvarez,  vivían, e incluso usaban terrazas del sur de las ruinas para cultivar, y el agua de un canal incaico, que la traía de un manantial, para beber. 

jueves, 17 de julio de 2014

LA SEBASTIANA, POEMA DE VALPARAÍSO

“Pequeños mundos de Valparaíso, abandonados, sin razón y sin tiempo, como cajones que alguna vez quedaron en el fondo de una bodega y que nadie más reclamó, y no se sabe de dónde vinieron, ni se saldrán jamás de sus límites. Tal vez en esos dominios secretos, en estas almas de Valparaíso, quedaron guardadas para siempre la perdida soberanía de una ola, la tormenta, la sal, el mar que zumba y parpadea. El mar de cada uno, amenazante y encerrado: un sonido incomunicable, un movimiento solitario que pasó a ser harina y espuma de los sueños.” (Pablo Neruda)
Son tan pequeños como infinitos los mundos que contienen los cerros, pues los cerros son la ventana hacia la libertad de esta ciudad un tanto ahogada por su fatigoso puerto. Desde estos miradores se desparraman, como flores descolgadas de un árbol tropical, barrios inspirados por un gusto más centroeuropeo que americano. Con sus hotelitos, casonas o palacios, realzados por galerías de madera, y esa tendencia a rematar los edificios con frisos, a adornar los patios como jardines y a rejuvenecer su piel con retoques cosméticos.

domingo, 20 de abril de 2014

CERROS DE VALPARAÍSO

La plaza Sotomayor sobrevive al tráfico y los autos sobreviven a los trolebuses  que la atraviesan, esquivándolos, junto al Hotel Victoria (1902), el edificio de Intendencia (1910), el Tribunal de Justicia (1939) y, en un rincón, empotrado entre edificios, el pasillo de entrada al ascensor El Peral (1901), que  conecta la plaza de Justica con Cerro Alegre. Este ascensor, por cierto, fue el primero de la ciudad en contar con un motor de vapor.
Cerro Alegre es un barrio que creció gracias a inmigrantes europeos, ingleses principalmente. Ofrece unas vistas espectaculares sobre la bahía, desde el balcón ajardinado y semicircular del llamado Paseo Yugoeslavo, donde se halla el Palacio Baburizza, hoy Museo de Bellas Artes.
El nombre del palacio se debe a su antiguo propietario, un croata enriquecido gracias al negocio del salitre y que adquirió este capricho art decó con referencias visibles a su patria chica y para quien el paseo yugoeslavo se convirtió en terraza privada.

sábado, 15 de marzo de 2014

PRIMER ENCUENTRO CON VALPARAÍSO

“Valparaíso está muy cerca de Santiago. Lo separan tan sólo las hirsutas montañas en cuyas cimas se levantan, como obeliscos, grandes cactus hostiles y floridos. Sin embargo, algo infinitamente indefinible distancia a Valparaíso de Santiago. Santiago es una ciudad prisionera, cercada por sus muros de nieve. Valparaíso, en cambio, abre sus puertas al infinito mar, a los gritos de las calles, a los ojos de los niños”.( Pablo Neruda, Confieso que he vivido) ¡Cuánta razón y cuánta belleza para expresar una verdad que se impone como la nostalgia! Venimos de la capital y seguimos la enorme avenida Errázuriz que avanza paralela a los muelles dibujando el perfil costero de la ciudad. Acompañados del calor pegajoso típico de las ciudades abiertas al océano llegamos hasta el centro histórico con el suave bamboleo del pequeño atasco que nos deposita como una ola inocente junto al espigón que delimita el puerto mercante y lo aísla de la zona de pasajeros.

Todo es actividad en el mediodía soleado cuando nos sumergimos en el aparcamiento subterráneo de la Plaza Sotomayor, en la que se levanta el monumento a los héroes de Iquique, con Arturo Prat a la cabeza. Este monumento, de estética filofascistoide, reconoce el valeroso comportamiento de la marina chilena en la batalla naval de Iquique, durante la Guerra del Pacífico. También  conocida como la Guerra del guano y del salitre, esta contienda enfrentó a Chile con Perú y Bolivia.